Gabriel Michel
Cronista de El Limón
Lunes 05 de mayo de 2025.- Por las voces de algunos cardenales, ahora que Francisco pasó a la eternidad, nos damos cuenta que la cizaña de la parábola evangélica es una realidad que no pasa de moda dentro de la organización jerárquica de la Iglesia. El pensamiento que surge del mensaje evangélico de la caridad incluso de la corrección fraterna, a veces se cambia por los ideales del “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo.
El hombre que ya desgastado por sus problemas de movilidad realizó un viaje de 12 días a Indonesia, país musulmán, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental, la nueva nación insular y a Singapur, que dejó asombrado al mundo al palpar en las multitudes que aclamaron su visita la universalidad insólita del personaje, ahora es objeto de cañonazos verbales por parte de purpurados que celebran con su partida “el retorno a la libertad de expresión” como lo acaba de declarar un cardenal.
Francisco fue un hombre que aplicó el mandato conciliar de la “Gaudium et Spes” que instruye a la Iglesia, como línea esencial para su pastoral, hacer suyas la alegrias y las esperanzas de los pueblos de la tierra. Criticó las guerras como la expresión del mal por excelencia, el peor de los crímenes y la peor ofensa a la ley de Cristo. Por eso Francisco increpó duramente al patriarca de Moscú cuando bendijo la invasión de Putin a Ucrania. Condenó la matanza de niños palestinos por el ejército de Israel y mantenía comunicación directa con el párroco de la Sagrada Familia en Gaza mostrando su cercanía con los que sufrían las consecuencias de la guerra. Criticó el armamentismo, actividad que produce ríos de dinero para quienes pierden la conciencia y llenan sus bolsillos mercantilizando el odio.
Haciendo honor al nombre que adoptó para su pontificado y recordando que la pobreza es el primer mandato de las Bienaventuranzas, renunció a los 400 mil dólares de salario anual, rechazó a vivir entre los muros de un palacio para vivir en un cuarto de una unidad residencial. Aceptó el regalo vanidoso de un Lamborghini, que luego subastó para repartir el monto a instituciones de caridad y cultura del mundo. Su encíclica “Laudato si”, es el grito más protagónico a favor de la madre tierra, mancillada por la ambición del consumismo. Al morir, el inventario de sus bienes, incluyendo sus zapatos gastados, no sobrepasó los cien dólares.
Como seguidor de Jesús y de la enseñanza apostólica, proclamó con sus gestos y su vida que “La única religión verdadera y perfecta delante de Dios nuestro Padre, consiste en esto: visitar a los huérfanos y a las viudas que necesitan ayuda y guardarse de la corrupción de este mundo” Santiago 1. 27. Francisco no hizo suya ninguna teología exclusivamente liturgista porque sabe que no basta decir “Señor, Señor” para conseguir el Reino. Se abstuvo de criticar homosexuales lesbianas, porque juzgar es fácil y trae consecuencias terribles “con la vara que midas, serás medido” eso se dijo al terminar el Sermón del Monte, no entiendo por qué eso tan básico lo olvidan los “teólogos” es decir los que hablan de Dios.
Además, Francisco de seguro no desconocía aquello de que “el día del juicio Sodoma y Gomorra serán juzgadas con menos rigor” por eso Francisco hizo de la misericordia la columna vertebral de su catequesis. Como conocedor de la parábola del hijo pródigo estaba convencido de que Dios, el jerarca del reino de los cielos esperaba con gusto al hijo que se gastó la fortuna en mujeres de mala vida.
La parábola del buen samaritano le enseñó que el verdadero creyente no es el sacerdote ni el levita que pasan de largo ante la desgracia humana sino el samaritano que sin estar afiliado a la “ortodoxia del judaísmo” tuvo compasión del viajero en desgracia. Por eso los que criticaron su frase que declaraba que todas las religiones llevaban al bien, se rasgaron sus vestiduras, incapaces de interpretar la profunda sublimidad y universalidad de su frase y se fueron por la tangente del fariseísmo en busca de la paja de una supuesta violación a los dogmas. Francisco era un porteño de Buenos Aires, que amaba el futbol, el mate y el tango. Era un ser humano cargado de carisma, porque sabía que lo humano tiene valor divino. Con lo humano también se da gloria a Dios.
Por eso ahora que vemos hombres de “Dios” llámense cardenales, obispos, curas, seglares o lo que sea, escupiendo insultos sin esperar siquiera que termine su novenario, y que no son capaces de ver la inmensa grandeza y santidad y sobre todo la autenticidad de de su conexión con el mensaje eterno del Nazareno, seguro nos autorizan a pensar que la razón por lo que lo hacen es que son unos simples liliputienses de mente y unos pigmeos de corazón para entender la esencia del mensaje evangélico que se encarnó tan sublimemente en este personaje que el mundo acaba de perder, a quien yo llamo Francisco el Porteño.