“¿Cómo estás güey?”, la última conversación con Aristóteles

Desde el Búnker

Alberto Osorio

Viernes 20 de diciembre de 2024.- Nunca debió de morir de esa manera. Ante todo, Jorge Aristóteles Sandoval Díaz era un hombre feliz. Por su mente jamás cruzó la posibilidad de ser alcalde y menos gobernador. Él siempre soñó con convertirse en actor de Televisa; se sabía galán y siempre que podía así se presumía. Su arrastre con las mujeres era mucho, quizás por eso le gustaba vestir al estilo de Ricky Martin cuando fue regidor por el PRI en Guadalajara.

Después, como alcalde y como gobernador, le dio por la vestimenta formal y entonces escuchó los consejos de su abuelo, quien era un afamado sastre en Guadalajara.

Los primeros datos de su asesinato, ocurrido el 19 de diciembre de 2020, en Puerto Vallarta, cimbraron toda la estructura de seguridad en Jalisco y en el país. Eso ocurrió cuando el emecista Enrique Alfaro apenas iniciaba su gestión y grupos criminales demostraban su control en amplias zonas del estado, en eso que llaman “el control de plaza”.

Por decirlo en una sola frase, al cierre de su gestión –en 2024–, Alfaro le quedó a deber justicia a la familia de Sandoval Díaz y justicia a más de 20 mil familias en toda la entidad, según los colectivos de desaparecidos.

Ese exgobernador prácticamente salió corriendo a España hace unos días. Alfaro hizo poco o nada para garantizar que el homicidio del exmandatario Jorge Aristóteles Sandoval Díaz no quedara en “la fosa” de la impunidad, tal como lo está el 95% de los asesinatos en Jalisco.

En 2013, cuando apenas iniciaba su gestión como mandatario, Jorge se daba tiempo para echarse una cascarita de futbol acompañado de algunos de sus colaboradores y con varios periodistas; todo ocurría al interior del llamado “Coloso” de la calzada Independencia, el estadio Jalisco.

Esos eran los territorios de “Aris”, como le decían, y quien nació un 22 de enero de 1974. Ahí el exgobernador vivió su infancia y sus tiempos de juventud, de ahí salió a la Preparatoria 7 y conoció a hombres y mujeres que luego fueron calve en su desarrollo político y administrativo, a pesar de que incluso algunos de ellos y ellas desataron la polémica en medios de comunicación por sus presuntos nexos con criminales, tal como consignó Ricardo Ravelo (en Proceso), el 15 de diciembre de 2011, en una pieza periodística titulada “Los expedientes judiciales de Jorge Aristóteles”.

La madrugada del 19 de diciembre de 2020 fue terrible para la familia Sandoval, la BBC de Londres en su portal digital decía en sus titulares: “México despertó este viernes con la noticia del asesinato de Jorge Aristóteles, el exgobernador del estado de Jalisco, de 46 años y quien apenas en 2018 había dejado el cargo”, pero poco decía que el exmandatario había terminado su vida bajo la forma en que marca el sicariato: emboscado y atacado por la espalda, menos aportaba datos sobre las causas.

Se cumplen ya cuatro años del crimen y los jaliscienses ven con absoluta “normalidad” y desparpajo que en esta parte de México, ni para un exgobernador hay justicia, y que en su infinito cinismo, un expresidente del Supremo Tribunal de Justicia (Daniel Espinosa Licón), antes de irse termina por reconocer –en una filtración a medios– que el reparto de magistraturas y juzgados se da entre partidos políticos, por encima de la carrera judicial, que los “huesos” los asigna quien despacha en Casa Jalisco y que los expedientes judiciales se reparten conforme al interés y al juez que se le asigna aplicar justicia “por encargo”.

Resulta difícil decir que Jorge Aristóteles era un santo, o que él fue uno de los mejores gobernadores de Jalisco. Aun así, “Aris” no merecía morir acribillado en medio de un charco de su propia sangre.

 

Al pasar 48 meses de su asesinato, recuerdo su cara de niño, feliz y gritándome, como si siempre hubiéramos sido los grandes cuates:
–¿Qué onda? ¿Cómo estás, güey?” –me dijo.
–Estoy bien, Jorge. Como tú me conociste, donde tú me conociste.

Descansa en paz.

 

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